En París tuve pesadillas. Soñé con reencuentros que tal vez no deseaba, con olvidos que nadie merece y despedidas que nunca se esperan ni se olvidan.
Soñé con violencia que se disfrazaba de amor y con sueños que nunca tendré.
Pero supongo que eso le pasa a todos en esta hermosa y terrible, alegre y triste ciudad que nunca duerme y que permanece en el letargo de los insonmes, de los que jamás descansan y se reponen del todo para seguir adelante con sus vidas; de aquellos que se desgastan cada segundo, cada minuto y con cada pensamiento.
Esas cosas pasan en esta ciudad de donde todos somos pero al cual ninguno pertenece.
La vida no es rosa; no al menos para quienes en este lugar los días pasan con un largo desprecio y las noches no son suficientes. Supongo que lo mismo pasa en todos los lugares de este hermoso y maltratado mundo.
¿Para qué?, ¿de dónde?, ¿cómo?, ¿de quién?, ¿por qué?, ¿a qué hora?, ¿en qué lugar?, son algunas de las preguntas que todos nos hacemos pero cuya respuesta a veces tardará en llegar. Si es que al final lo hace.
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