miércoles, 26 de septiembre de 2007

De mal en peor......

Pues me encuentro con que siquiera hemos terminado de quitarnos la cruda de la fiesta más engañosa de México, y ya tenemos reina del carnaval en Campeche.....evento que se desarrolla hasta el próximo año....
Hace unos días escuché que alguien comentaba que ella (de nombre Yáscara) no podía ser reina porque la chica (quien ha vivido aqui varios años) no es campechana, sino de Veracruz....PECADO!!!!
En serio, me pregunto qué diablos pasa con los campechanos de hueso colorado que no pueden dejar de ser campechanos de hueso colorado con todo lo que ello conlleva...lentos para muchas cosas, desentendidos y lo peor de todo, onformistas....
Pues a ver qué pasa...yo mientras me voy a la aburrida y sobrevalorada feria de San Román a ver niños, jóvenes, adultos y ancianos campechanos bailar los mismos bailes de siempre, con la misma forma vieja y desfasada, por más aires de grandeza que en cada año se propogan, pero de resultados es de una forma más decadente.. y lo peor de todo, con su nueva campechanidad....

PD: Imagínense, esas son las actividades relacionadas con el arte y la cultura junto con exposiciones mierderas (como Así es Campeche) que sólo buscan vender un par de cuadros (horrendos la mayoría de ellos) y darle gusto al respetable....

PD2: Sí, tengo la mala leche atravesada....

lunes, 10 de septiembre de 2007

Lo prometido




Para quienes pidieron ver mis fotos del concurso, aquí están...reconozco que no son las mejores tal vez o que no soy "el chingón", pero bueno....mejor opinen ustedes

No sólo así es Campeche

Las formas de educación artísticas y culturales son claves para una formación satisfactoria de los individuos de una sociedad.
En las formas y contenidos que las industrias culturales de un lugar proponen o producen está implícito el nivel de interés y responsabilidad que tienen las mismas de contribuir a esa formación necesariamente actual.
Desafortunadamente nuestras instituciones destinadas a hacer cultura fallan en varios puntos, y de forma grave; es decir, no forman, sino deforman espectadores y creadores.
El caso en específico al que me refiero es el concurso estatal de fotografía “Así es Campeche”, el cual, sufrió este año un descalabro por más significativo en cuanto a calidad y credibilidad.
El Campeche que se mostró fue el mismo que se ha visto en las fotografías tomadas en los últimos 20 años: viejitas que venden fruta, campechanas hasta el hartazgo, formas tradicionalistas y aburridas de apreciar una realidad que día a días nos sorprende con su contundencia inmediata.
Campeche es mucho más que eso; un poco sorprendente que extranjeros que participaron en el certamen mostraran algo más que las gráficas de los nacionales, faltos en su mayoría (al menos las que se muestran en la exposición) de todo lenguaje visual más allá de que lo se aprende como la ridícula estampa de lo campechano. La perfecta imagen para turistas carentes de interés por una integración o entendimiento histórico-político-social que va un paso más lejos de sus guías para viajeros.
Y quiero aclarar algo, éste quien escribe participó en el concurso y no obtuvo premio. Eso es lo de menos, porque ni lo necesito ni lo quiero bajo estas circunstancias. Se premia el retrato del catolicismo, de la arquitectura colonial que se ve, paradójicamente, todavía desde un punto de vista colonialista; esa devoción al ayer lo que ha sumido a Campeche hasta los terrenos del aburrimiento visual con el que se nos representa y que es mejor enviar a los dominios del olvido.
Me pregunto si el jurado, encabezado por Humberto Suaste, fotógrafo yucateco, fue presionado de alguna manera por fuerzas oscuras a premiar, tanto con incentivos económicos como en las menciones honoríficas e inclusión en la exposición, a fotografías llenas de cliché visual y desfase lingüístico, que es lo que se puede ver en la mayoría de la muestra que, para desgracia, ahora se exhibe en la Feria de San Román.
Una pregunta más para el jurado, ¿bajo cuáles criterios se evaluaron las imágenes para ser integradas a una muestra que exhibe algunas fotografías con una técnica y discurso que dejan mucho que desear? Hay imágenes fuera de foco en las que obviamente se nota que no fueron tomadas con la intención vanguardista, sino al “así salió y me vale”.
Si la innovación no es el criterio, imagino que se podría pensar, “La documentación”; pero a final de cuentas, todos somos máquinas que documentamos el mundo que nos rodea. Con los avances tecnológicos casi todas las personas de esta sociedad tienen la posibilidad de capturar una imagen digital en cualquier parte.
A final de cuentas el documentar es una parte más que implícita en la convocatoria de este certamen. Pero hay de fotos a fotos.
Me resulta aterradora la idea de que alguien que desconoce el nivel creativo de hay en la ciudad minimice éste ante un arcoíris doble o un gran número de viejitas en diferentes acciones. Lo siento, pero arcoíris, santos, mujeres con traje típico, pescados y viejitas con achaques hay en todas partes del mundo, no sólo en Campeche.
Ese tipo de fotografía tiene su público y muy bien por ello. Es necesario que exista y no es mala muchas veces en cuanto a calidad, pero es fotografía “de turistas” como comúnmente se le llama. Lo terrible aquí es que el próximo año, la gran mayoría de fotos de reciben serán de nuevamente cuenta dentro de los parámetros que tristemente hoy en día se muestra. Me pregunto quién va a sacar a la ganadora del primer premio de tomar este tipo de fotos. Me pregunto cuántas fotografías de viejitas recibirá el certamen el próximo año.
Sólo espero que para la siguiente edición se sacuda un poco el polvo y veamos mucho más que la luz de un arcoíris.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Hacia el Sur con Dean

Unos minutos bastaron para cambiar el ánimo. La alegría duró poco; cerca de las cuatro de la tarde, minutos después que el mandatario estatal diera la entonces agradable noticia que el huracán “Dean” había pasado sin mayores estragos por la entidad y Campeche había superado la prueba, fue cuando el fenómeno dejó sentir más su fuerza sobre algunos puntos de la capital del Estado y en las comunidades aledañas, cuyas calles sólo lucían desolación y en algunos casos, desastre.
“Dean” era categoría uno, sin embargo, para algunas personas no tenía la menor importancia la categoría, les llovía y no paraba de hacerlo. Contables almas perdidas deambulaban por la ciudad y las patrullas militares, policíacas y demás recorrían las avenidas desiertas de personas, pero adornadas con postes y árboles caídos, obsequios que el huracán nos dio para que no lo olvidáramos.
Salí de Campeche y en la autopista se podía sentir el fuerte viento que tanto atemorizaba. La lluvia sí era un hecho, no un imaginario que quedó como eso en los habitantes de la capital. El huracán era un hecho fuera de San Francisco de Campeche.
En Seybaplaya, por ejemplo, jóvenes locales observaban la lluvia desde la terraza de una casa frente al malecón de la localidad en espera del “medio tiempo”, comparando el fenómeno con un partido de futbol y refiriéndose al tiempo que tardaría en entrar el ojo del huracán, que alrededor de las cuatro de la tarde, afirmaban no había pasado aún sobre la entidad, como se tenía previsto.
En la localidad, pesquera por antonomasia, el viento era capaz incluso de tirarte por algunos momentos, la lluvia picoteaba el cuerpo con una intensidad a veces inimaginable. Los barcos, si hubieran sido coches, podrían haberse comparado con un embotellamiento de tráfico en las horas pico de la Ciudad de México. Filas y filas de botes sobre las aceras del pueblo.
El estadio de béisbol incluso perdió su fachada principal hecha de lámina, todo un peligro que las autoridades no habían atendido.
Dejé Seybaplaya y Champotón era el destino. Se decía que la situación en el lugar sería más que catastrófica; no fue así. Salvo la gasolinera a la entrada del municipio, todo lucía con verdadera calma y sin daños mayores.
Árboles caídos y ramas desprendidas de los primeros estorbaban en algunos puntos de la ciudad, pero en definitiva no la casi apocalíptica situación que algunos planteaban en un principio. Seguí el camino.
El destino entonces era el municipio de Escárcega.
La carretera rumbo a Escárcega parecía por tramos intransitable. Muchos árboles en el camino y el viento contra la camioneta en que viajaba nos recordaban constantemente el poderío de la naturaleza.
En el camino no parecía que encontraría lugares con un daño significativo debido al mal estado del clima. Buscaba un lugar donde el agua entrara a las casas, terrenos inundados, aves de corral nadando y ese tipo de cosas que sólo se ven en la desgracia ocasionada por el paso de un meteoro de este tipo.
La búsqueda había resultado infructuosa (a menos que lo que se buscara fuesen árboles caídos) hasta el poblado de Gral. Ortiz Ávila, perteneciente aún ha Champotón, donde desde la primera impresión era posible darse cuenta de las verdaderas lagunas que rodeaban algunas humildes casitas.
La búsqueda continuó hasta no mucho más lejos. Xbacab, también perteneciente a Champotón, mostraba estragos mayores, incluso una especia de tractor estaba totalmente bajo el agua.
Una pareja de solitarios ancianos ya no tenían jardín y desgraciadamente podían presumir de una laguna privada. Como ellos muchos.
Pixoyal se encuentra a 16 kilómetros de Xbacab y hay algo que sonoramente lo une, lo sapos croando a decibeles impresionantes.
Llegar ahí es una verdadera odisea, ya que el camino se encuentra lleno de baches gigantes, árboles caídos e incluso un tramo totalmente bajo el agua.
Cuando al fin Pixoyal estuvo a la vista (ni tanto porque ya era de noche al arribo), se trataba prácticamente de un pueblo fantasma. Minutos después apareció un señor con una veladora y confirmó la sospecha, el pueblo no tenía luz desde la mañana y nadie, ya fuese militar o estatal había aparecido para ofrecer ayuda.
Inició el regreso a Campeche, el camino era oscuro, las comunidades antes mencionas seguían sin energía eléctrica, pero el camino ya no estaba tan sucio, los militares lo habían limpiado.
Champotón ya tenía electricidad y en algunas casas con las ventanas abiertas incluso se podía ver la imagen de “Dean” en el satélite, en otras, las telenovelas. Algunos curiosos se dieron cita en el malecón de ese municipio para ver el mar que ya no tenía agua donde antes la había.
Llegué a Campeche, la tranquilidad se respiraba de nueva cuenta en el aire. Ahora la alarma se había extendido a Ciudad del Carmen. Los campechanos, al parecer, nunca tuvieron un verdadero huracán.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Momentos después

A poco más de quince días del paso del huracán Dean, me permito, no más por el placer de hacerlo, publicar algunas gráficas que he tomado durante un pequeño recorrido por algunas partes de la geografía estatal campechana.

















Esperemos que no nos vaya tan mal éste como otros años anteriores, en los que algunas personas perdían verdaderamente todo...
Saludos