Abro los ojos y me doy cuenta que no he dejado de ser yo. Simplemente he evolucionado. Me han salido más ojos, mis oídos se han agudizado, mi sentido del gusto de ha tornado más exquisito, mi piel se ha vuelto hacía mí con una sensibilidad estrepitosa. Pero es el olfato en donde más me he dado cuenta de mis cambios. Su olor, algo que mucho extraño y que jamás pensé llegar a hacerlo de esta manera.
Nada ha cambiado, nada ha desaparecido, por el contrario, todo se presenta a mi en sus formas originales y puedo ver de frente a los ojos y no bajar la mirada, siquiera desviarla momentáneamente. Eso es lo que a muchos les molesta.
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